Paavo Nurmi, Zatopek, Bikila. La Santisima trinidad del fondo mundial que cualquier aficionado al atletismo conoce casi de memoria, y a los que la leyenda olímpica ha elevado a los altares. Sin embargo, el maratón español también tiene su tripleta de oro, tres leyendas que coincidieron en Helsinki y que hicieron realidad una de las fotos más importantes del deporte de este páis y uno de los momentos más emotivos e imposibles que los seguidores del deporte con mayúsculas hemos vivido. Sí, hoy en el blog dejamos de lado las grandes gestas de fondistas universalmente conocidos y, pecando descaradamente del chovinismo más patriota y barato que podemos encontrar, narramos la gesta de tres corredores españoles y de un equipo de maratón único e irrepetible. Desde la admiración personal y los recuerdos de un chaval de 18 años, que es quien escribe estas líneas, esta es la historia del triunfo de Martin Fiz, Diego Garcia y Alberto Juzdado.
Helsinki, Agosto de 1994, Campeonatos de Europa de Atletismo. El mismo estadio que contempló las proezas de Zatopek en 1952 ve como en la línea de llegada a meta dos españoles, oro y plata de la prueba de maraton, esperan de rodillas la entrada de un tercer corredor de rostro cansado, camiseta azul y la leyenda ESPAÑA sobre ella. Es Alberto Juzdado, un artesano fabricante de belenes al que la fiebre del running le ha llevado a ser tercero en unos campeonatos de Europa de Marathon y a copar un podium con tres corredores del mismo país, algo que hasta entonces no había sucedido. "Me sentí como un dios"- confiesa más tarde cuando piensa en el momento,mientras Diego y Martín me esperaban. No es para menos.
Poco vamos a contar de Martin Fiz (Vitoria, 3 de marzo de 1963).
Criado en el 3000 obstáculos y en los cross de media distancia, da el
salto en 1993 al Maraton donde cosecha grandes triunfos. Ha ganado,
entre otros, los de Helsinki (1993 y 94), Rotterdam (1995), Seúl (1996 y
1997) y el japonés de Otsu (1999), además de ser medalla de oro en los
europeos de Helsinki (1994) y en los mundiales de Gotemburgo (Suecia,
1995). En los Juegos Olímpicos de Atlanta (1996) fue cuarto, en los
mundiales de Atenas (1997) ganó la medalla de plata y sexto en los
Juegos Olímpicos de Sídney. En la actualidad es uno de los mayores
divulgadores del running de nuestro país, director de una reconocida
revista especializada, escritor de varios libros de entrenamiento y
organizador y gran reclamo de carreras por toda la geografía española.
¿Un pero en su carrera? su relación con Sabino Padilla durante su época
dorada.
Diego García Corrales nace el 12 de octubre de 1961 en Azkoitia y,
después de una etapa no muy exitosa en los 10.000 metros, descubre que
el maratón se adapta mejor a sus cualidades de atleta concienzudo en
los entrenamientos y esforzado en la competición. Está considerado el
padre del boom del maratón español en los años 90.
Sin embargo, Diego García, que disputó un total de 28 maratones a lo largo
de su trayectoria deportiva, no tiene la popularidad de sus coetáneos
Martín Fiz y Abel Antón, quizás porque le faltó ese palmarés de relumbrón
que sí tuvieron el vitoriano y el soriano, pero en el que hay hitos como el
récord de España de la distancia (2h.10:30 en 1992); el noveno puesto
en los Juegos Olímpicos de Barcelona; la citada plata en el Campeonato de
Europa en Helsinki en 1994; el sexto puesto en el Mundial de Goteborg en 1995; y
el récord personal con 2h.09:51 en Fukuoka.
Se
retira de la competición en 2000, con 39 años. Un año más tarde, la
mañana previa a la carrera que ha contribuido a organizar (Medio Maratón
Azkoitia-Azpeitiae) sale a entrenar con Alejandro Gomez, un ex-atleta
vigués, ilusionado por hacer un buen papel en su pueblo: "Llevábamos
tiempo sin vernos, y salimos a entrenar entre risas.
Bromeaba con que estrenaba chubasqueros y zapatillas. Me iba contando
chistes, y de golpe me dijo: "Para, para". Pensaba que era una bajada de
tensión, pero enseguida vi que se me iba y no podía hacer nada". Su
corazón había dicho basta.
"Diego
ha tenido una muerte dulce porque se ha ido en su pueblo, antes de su
carrera más querida"- dice un Martín Fiz que apenas puede digerir la
noticia."No podía creerlo. El viernes me llamó Diego y me animaba a
venir a la carrera. Ahora voy a correrla por él".
Alberto
Juzdado es el gran desconocido de los tres. Artesano belenista (curiosa
profesión), nace en Boadilla del Monte en 1966. Se inicia en el cross y
da el salto al maraton en 1992, que alterna a partir de entoces con la
media maraton (fue campeón de España en 1993). De hecho, antes del
bronce en Helsinki sólo acumula un maraton, el de San Sebastián (donde
ha quedado segundo). Participa en un segundo plano en los éxitos del
Maratón hasta que el 8 de febrero del 98 vive su momento de gloria en
Tokio, donde acaba con un espléndido tiempo
de dos horas, ocho minutos y un segundo, la segunda mejor marca española
de todos los tiempos por entonces.
Pero volvamos a la foto y a la carrera. Copio literalmente la crónica de Martín Fiz, que a su habilidad dando zancadas une una pluma de periodista intensa, descriptiva y apasionada, como sólo una persona que ha vivido una carrera desde dentro puede contarla.
"La carrera comenzó a las 9:30 AM.. Calor, 20ºC y un porcentaje alto de
humedad amedrentaba a los participantes. Nadie daba un duro por
nosotros, algunos creyeron que éramos mera comparsa y que sólo íbamos
para hacer número. Habíamos entrenado duramente por los campos de
Segovia. Allí en La Venta Magullo teníamos instalados nuestro campo
base. La armonía del grupo solo se rompía a la hora del Tour, las
escaramuzas de Claudio Chiapucci con la intención de arrebatar a Miguel
Indurain el maillot amarillo desvelaban las horas de la siesta. El Tour
era nuestra única distracción. Lo teníamos claro, comer, dormir y
entrenar mucho para tener la mejor puesta a punto.
En carrera todo iba
bien, quizás muy lenta para los intereses de Diego Garcia. Había que
esperar a que alguien lanzara la carrera. El portugués Antonio Rodrigues fue el primero en romper las hostilidades. Parece ser que su jefe de
filas Antonio Pinto le había mandado que aligerase el ritmo. Nadie salía tras
él. Me veía fuerte así que probé fortuna y le encontré, en menos de
tres kilómetros Rodrigues quedó neutralizado. Diego García seguía como
es él, nervioso e inquieto. Miraba hacía un lado, hacía atrás y de
repente asentó un fuerte cambio de ritmo que rompió el grupo. Alberto
Juzgado siguió la estela del azkoitarra. El de la cinta, Diego, fue capaz
de mantener el ritmo incluso lo aceleraba, era un auténtico “diesel”.
Paradójicamente los únicos en seguir su ritmo éramos Juzdado y yo,
mientras nuestros rivales cada vez estában más lejos. Todos estaban incrédulos por la situación. Deducimos: o no tienen energías o
creen que esto no va en serio. Pero no era ningún farol, los entrenamientos en
Navacerrada, doscientos kilómetros por semana, a 1900 metros de altitud eran la causa de lo que está pasando. Del kilómetro 30 al 35 el
entendimiento entre los tres era total. Los relevos se sucedían, aunque de
los tres, Diego era el hombre decisivo para poner tierra de por medio
sobre el resto de contrincantes. Richard Nerurkar nos acecha pero ya era
demasiado tarde. El primero en quedarse fue Alberto Juzdado. Ahora me
tocaba a mí, avivé el ritmo y Diego García se fue quedando. Al entrar en
meta siento una alegría enorme. Miró hacia atrás y veo a Diego García.
El mayor de los dicharacheros, el chico de la cinta en la cabeza grita,
grita y grita de satisfacción. Nos abrazamos y vemos que Alberto asoma
por el estadio. Viene tercero y al llegar a meta nos arrodillamos y este
trio, unidos por el esfuerzo, nos fundimos en un abrazo"
El bueno de Martín incluso nos cuenta las horas posteriores con todo detalle. Cualquier que haya corrido un maraton se puede imaginar lo que representa no solo terminarlo, sino ganarlo con dos colegas de entrenamientos:
"Estábamos tan contentos que cuando esperábamos en la sala para pasar el control de dopaje bebíamos cerveza en lugar de agua.
Fuera del estadio siguió la fiesta. Allí nos esperaban los
entrenadores de Diego (Santi Perez) y de Alberto Juzdado (Dionisio
Alonso). Tambien estaba el médico de la RFEA Xabier Leibar. Brindamos
con cava. Lo sirvieron en unos vasos de plásticos . Diego se quejó, el
cava estaba excesivamente caliente. Aún así, brindamos y nos lo bebimos,
estamos sedientos y radiantes de contentos
Una vez en la villa olímpica nos acicalamos (ducha y afeitado) y de vuelta al estadio. Estábamos alucinados ya que nos maquillaron para la entrega de medallas.
El más expresivo y dicharachero era Diego García, no paraba de decirme, soy subcampeón de Europa, segundo de España y segundo de Euskadi. Los tres nos reíamos. Diego siempre daba ese punto de humor intentando calmar la tensión que produce el deporte de alta competición. Diego era y ha sido el mejor compañero que he tenido. Pasamos mucho tiempo juntos y nos entendíamos al dedillo, dentro y fuera de la vida deportiva."
Una vez en la villa olímpica nos acicalamos (ducha y afeitado) y de vuelta al estadio. Estábamos alucinados ya que nos maquillaron para la entrega de medallas.
El más expresivo y dicharachero era Diego García, no paraba de decirme, soy subcampeón de Europa, segundo de España y segundo de Euskadi. Los tres nos reíamos. Diego siempre daba ese punto de humor intentando calmar la tensión que produce el deporte de alta competición. Diego era y ha sido el mejor compañero que he tenido. Pasamos mucho tiempo juntos y nos entendíamos al dedillo, dentro y fuera de la vida deportiva."
"Decían que viajábamos a Helsinki con la única opción de hacer turismo”
recuerda irónico Fiz, que quizá ya haya olvida el contexto del triplete
histórico. Y es que, hasta los juegos de Barcelona 92 el atletismo
español en general y el de fondo en particular habían vivido en la más
oscura de las mediocridades, con éxitos esporádicos como el de Jordi
LLopart en marcha y el de Abascal en el 1500 de Los Angeles 84, pero sin
una base consistente de éxitos ni atletas capaces de brillar en pruebas
internacionales. Pero llegaron los Juegos a España, el oro de Fermín
Cacho y con ellos la auténtica revolución del fondo nacional. Sí,
tenemos tres campeones de Helsinki, pero a ellos hay que sumar la
aparición de figuras como Abel Antón, Fabián Roncero y Jose Manuel
García, que dominan el maratón mundial del 94 al 98 con records y
triunfos que hoy solo podemos recordar con nostalgia.
Equipo. Quizá esa sea la clave para entender este triunfo de tres amigos que entrenan juntos, que son gente sencilla y que llevan haciendo kilómetros juntos mucho tiempo. La estrategia ha funcionado con sus rivales ¿quién ha dicho que el atletismo es un deporte individual? El podium del día anterior del equipo Ucraniano de martillo queda ensombrecido cuando Zatopek entrega las medallas a los tres españoles en la prueba reina, en el cierre de los campeonatos. Ellos son los triunfadores.
¿A quién dedican el triunfo aquel día de Agosto?
Fiz es sincero: "Yo me
voy a dedicar
este éxito a
mí mismo,
porque he luchado mucho, llevo trabajando mucho tiempo y
muy fuerte para lograrlo". Diego Garcia prefiere acordarse de afición guipuzcoana y de Euskadi (en la
vuelta de honor pasea una ¡kurriña) y de su pueblo Azkoitia, donde están a punto de empezar las fiestas patronales. Alberto Juzdado se acuerda de su familia y de Xabier Leibar, el médico
vasco que les ha hecho seguimiento en los entrenamientos.
El propio doctor Leibar ratifica el valor de su trabajo y los define: "Gracias a mis
estudios, los tres sabían que ayer
podían correr sobre las 2.10 horas y saben también lo que pueden dar en el futuro. Martín es
un atleta muy rápido, con mucho campo para la mejora; Diego es experto en maratones
duras y muy inteligente en carrera, y Alberto es una máquina, el hombre del futuro, aunque aún le falta mentalidad"
No sé equivoca. Desde ese momento Martín Fiz se convierte en una estrella que acaparará más y más triunfos: "Barcelona
92 me abrió los ojos. Ahí me di
cuenta de que en las pruebas
en pista, como los 5.000 o
10.000 metros, ya no tenía ninguna opción. Por eso me pasé
al maratón, y no creo que lo
haya hecho demasiado tarde,
sino en el momento perfecto".
Alberto, en cambio, no lo tiene tan claro ni parece mentalmente tan fuerte: "Descansaré un
poco y en septiembre volveré a
compaginar las dos cosas (el atletismo y la artesanía),
aunque quizá más adelante tome una decisión. No me importó que Martín y Diego me
tuvieran que dejar atrás hacia
el final, porque yo no podía seguir su ritmo y el bronce, de todas maneras, es muy impor
tante para mí".
Diego, el bueno de Diego, juega a adivino: " Para nosotros no ha
sido una sorpresa, y ahí está el
récord del campeonato que
Martín ha batido para demostrar lo rápido que podemos correr, y considera que la lista de éxitos no
ha hecho más que empezar. "Si
seguimos así podemos hacer
grandes cosas en el futuro".
Dije al principio que esta iba a ser la crónica de un chaval de 18 años, que acaba de terminar el instituto y comienza la universidad. Un chaval alto y delgado, de cuerpo enjuto y tan buena habilidad con los libros como mala con los deportes. Un chaval que contempla atónito la gesta un día de vacaciones en su pueblo, en forma de portada en periódico deportivo que por un día ha olvidado el futbol, y que queda impactado por esos tres tipos que han triunfado en una distancia que entiende casi imposible, al mismo tiempo que se pregunta si debe haber algo mágico en eso de correr kilómetros y más kilómetros y ganar junto a unos amigos por tu país.
Ahí es donde nació mi cariño por este deporte, por esta forma de vida, que tanto te quita pero que a la vez tanto te da. Y, al mismo tiempo que los kilos y el cansancio han llegado de la misma forma que los años y los minutos se han sumado más y más en las populares, mi vida ha cambiado con el trabajo, la familia y los hijos. Y ahora, más mayor y menos iluso, entre balances financieros, presupuestos de proyectos y cuentas de explotaciones me pregunto si todo aquello fue un sueño, tan poco creible como las operaciones Galgo, Grial y Puerto, como Eufemiano Fuentes, Padilla y toda esa gentuza que nos han robado la ilusión por mucha gente a la que admiramos. Y tal vez algún día alguien nos despierte y nos cuente que los kilómetros y las concentraciones en altitud eran mentira, que el buen rollo y los entrenos en equipo no eran reales, que la pasión por correr y superarse no era tal como la imaginamos y que aquella foto fue obra de la EPO, de las transfusiones o alguna molécula de nombre impronunciable que te hace ser mejor de lo que eres engañando a los demás y, sobre todo, a ti mismo.
Esperemos que no sea así.
Ahí es donde nació mi cariño por este deporte, por esta forma de vida, que tanto te quita pero que a la vez tanto te da. Y, al mismo tiempo que los kilos y el cansancio han llegado de la misma forma que los años y los minutos se han sumado más y más en las populares, mi vida ha cambiado con el trabajo, la familia y los hijos. Y ahora, más mayor y menos iluso, entre balances financieros, presupuestos de proyectos y cuentas de explotaciones me pregunto si todo aquello fue un sueño, tan poco creible como las operaciones Galgo, Grial y Puerto, como Eufemiano Fuentes, Padilla y toda esa gentuza que nos han robado la ilusión por mucha gente a la que admiramos. Y tal vez algún día alguien nos despierte y nos cuente que los kilómetros y las concentraciones en altitud eran mentira, que el buen rollo y los entrenos en equipo no eran reales, que la pasión por correr y superarse no era tal como la imaginamos y que aquella foto fue obra de la EPO, de las transfusiones o alguna molécula de nombre impronunciable que te hace ser mejor de lo que eres engañando a los demás y, sobre todo, a ti mismo.
Esperemos que no sea así.