Los campeones que el atletismo se perdió
"No desespero por asentarme en la élite del basket", Julio González, jugador de baloncesto Leon.
"Todo lo que he conseguido se lo debo al atletismo", Pablo Álvarez, jugador del Deportivo.
"Fui campeón de España infantil en longitud", Nano, jugador del Numancia.
ANDRÉS ARMERO
27/03/12 - 19:00.
Marca
nos obsequia de vez en cuando con periodismo deportivo del bueno,
especialmente en aquellos redatores que huyen sobremanera del futbol y
todo cuanto le rodea. Andres Armero es uno de ellos. En marzo de este año publicó
este artículo que reproduzco integramente y que ayuda a entender la grandeza ( y las miserias) del atletismo
Los júniors de Oro se asocian al cielo de Pau Gasol o al infierno de
Souleymane Drame. Julio Alberto González (Gijón, 1981) lucha en el
purgatorio de la Liga LEB desde aquel oasis de 1999. El mayor éxito de
su vida marcó el final de una época gloriosa en la que contaba sus días
por triunfos. Aquel niño asturiano por accidente había sido durante
mucho tiempo uno de los deportistas más completos que Galicia conocería
jamás.
González dominaba las pruebas combinadas en atletismo con una
superioridad aplastante. La misma que demostraba al coger un rebote y
sacar un contraataque huracanado que él se bastaba para resolver. Desde
infantiles, tras pegar un estirón considerable, el poderío de sus mates
sólo era equiparable al de su salto de altura. Sus 32 puntos daban al
colegio Martínez Otero de Foz la posibilidad de alzarse con un
campeonato gallego tras vencer a Obradoiro por 42-35. Los 2.541 puntos
en pentatlón y sus registros de más de 1,77 metros en altura le
catapultaban a la gloria individual. Sin embargo, el mundo nunca vería
la progresión de aquel atleta total.
"Fue en un campeonato en Vilagarcía de Arousa, tenía 14 años",
esboza. Una oferta de Baloncesto León fue su trampolín a la élite de la
canasta: "Cuando terminó aquel éxtasis por ganar a Estados Unidos en el
Mundial júnior en Lisboa me quedaban dos años de contrato en León". Un
equipo que había vibrado temporadas enteras en la élite se desvanecía
poco a poco. Tras jugar en León, pasó por Los Barrios y Tenerife.
En categoría sénior nunca estuvo en el sitio adecuado en el momento
preciso. "En Tenerife jugué una final para ascender a la ACB, nos ganó
el Bruesa. En León tuve otra oportunidad, curiosamente contra el
Tenerife, pero subieron ellos. Al igual que me pasó frente al Bilbao",
se lamenta.
Tres intentos fallidos no hacen mella en el eterno sueño de un
jugador que quiere asentarse en la máxima categoría tras más de una
década de batalla: "No desespero. Ojalá que sea en León". Una fuerza
mental forjada en la superación que el atletismo le inculcó.
El atleta Pablo Álvarez
Pablo Álvarez (Oviedo,
1980) ha sobrevivido en el fútbol con talento, esfuerzo y una condición
física sobresaliente. El motivo no es otro que el deporte rey de los
Juegos. "Lo que he conseguido se lo debo al atletismo", comenta. "Empecé
con 10 años en cross y medio fondo, compaginándolo con el fútbol",
dijo. Sus padres, lejos de obligarle a elegir, lo alentaban. "Me decían
que lo hiciera todo, que escoger entre uno u otro era una estupidez, que
todo es formación".
Aquellos años fueron complicados para aquel asturiano afincado en
Lugo desde niño. "En ambos deportes querían que dejase el otro",
confiesa. El chico no estaba dispuesto porque le "encantaba competir en
todo". Además, en el C.D. Lugo no contaba con todas las oportunidades
deseadas, como le ocurría a Diego López, el portero del Villarreal.
"Llegué a dejar el fútbol, pero Miguel García, el que sería mi
entrenador, me llamó y me volvió el gusanillo", afirma. Hasta los 18
años, Álvarez combinó goles y velocidad endiablada en el terreno de
juego y en el tartán.
En este último, rozó el podio en el Campeonato de España en cadetes
en 1.000, en la que venció en Galicia con 2:37. En aquella época corría
los 2.000 metros lisos en 5:49. En juveniles logró sacarse la espina y
meterse entre los tres mejores de España en 1.500, además de hacerse con
el 2.000 obstáculos gallego con 6:09.
Todo mientras se fraguaba una merecida fama como futbolista de
ataque. Entre sus víctimas en atletismo se encuentran profesionales
reconocidos como Pedro Nimo, aspirante a los Juegos en maratón. La
Escuela de Mareo se llevó a su nuevo extremo derecho y el corredor
olvidó el tartán. Era su mayoría de edad y el Sporting, el equipo de su
vida.
De Mendieta a Nano
Nadie puede saber si el 1.500
español encontraría en la figura de Pablo Álvarez a uno de sus
puntales. El suyo era un caso análogo al de Mendieta, quien hasta los 15
años fue un referente a nivel nacional en las pruebas de obstáculos y
medio fondo.
De la ciudad de la Torre de Hércules vino al mundo, un año después
que Pablo Álvarez, un cuerpo de proporciones idóneas para la práctica
deportiva. Fernando Macedo Da Silva, Nano (La Coruña, 1982) "tenía un
físico alto y potente" para las pruebas de longitud y velocidad. "A los
12 años comencé en el atletismo porque a mi padre le encantaba", explica
desde Soria, donde milita en las filas del Numancia.
"En longitud fui campeón de España con 6,20 metros en infantiles y
también en la prueba de 150 metros, donde hacía 17,1 segundos",
argumenta. Nano tenía claro que aquello era muy bonito, pero que a él le
"gustaba más competir que entrenar". Además, el Barça llamó a su puerta
cuando sólo contaba con 15 años. El atletismo se marchitó. Van Gaal le
dio la alternativa y la grada del Camp Nou soñó despierta con el nuevo
Rivaldo.
Su indiscutible calidad no fue suficiente para quedarse en Can Barça y
su fantasía se diluyó. Primero el Atlético, luego el Getafe, el Cádiz y
el Racing de Ferrol. Una caída en su fútbol de la que logró levantarse
para aportar lo mejor de sí en Soria. Nano se prepara, a los casi 30
años de edad, para dar el último gran salto de su carrera y volver a
Primera. Un futbolista que supo rehacerse en circunstancias complicadas.
Quizá la reminiscencia de sus años de atleta.
Un denominador común de varios deportistas que triunfaron en otras
modalidades, aprovechando su base atlética. El fútbol y el baloncesto
recogieron los frutos que el padre de todos los deportes había sembrado
algún día. El peaje lo pagó el atletismo. Sus delfines prefirieron nadar
en otros mares.